El sacerdote del Santuario Nacional de La Divina Misericordia (Estados Unidos), P. Chris Alar, reconoció que por la cuarentena establecida en varios países para combatir el coronavirus es muy difícil acceder a la confesión y a la Sagrada Comunión por la cuarentena, sin embargo, aseguró que se pueden recibir las gracias especiales de la Divina Misericordia siguiendo estos tres pasos:
1. Hacer un acto de contrición
Según el catecismo de la Iglesia Católica, si una persona no puede confesarse, puede realizar un acto de contrición.
“Entre los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar. Es ‘un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar’”, señala el catecismo.
Este acto, aunque perdona los pecados veniales, obtiene el perdón de los mortales si se realiza con “contrición perfecta” y “si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental”.
2. Realizar la Comunión espiritual
Al no poder acceder a la Sagrada Comunión, el P. Alar aconseja realizar la Comunión espiritual, donde se pide a Dios que entre en el “corazón como si lo hubieras recibido sacramentalmente”, con la intención de acudir a la Eucaristía lo más pronto posible.
Para ello, se puede realizar la siguiente oración:
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el Cielo
y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti.
Amén
3. Realizar una oración especial
El sacerdote recomienda realizar la siguiente oración:
Señor Jesucristo, Tú prometiste a Santa Faustina que el alma que ha estado en confesión (no puedo, pero hice un acto de contrición) y el alma que recibe la Sagrada Comunión (no puedo, pero hice una Comunión espiritual) recibirá el perdón completo de todos los pecados y castigos. Por favor, Señor Jesucristo, dame esta gracia.
“Te lo prometo, será lo más importante que hagas en toda tu vida. De hecho, podría ser la diferencia en tu salvación”, señala el P. Alar. “Por favor, no dejes pasar esta gracia”, agrega.
¡Den gracias al Señor porque es bueno porque es eterna su misericordia!
Hoy es la fiesta de Divina Misericordia promulgada por San Juan Pablo.
Misericordia es el amor de Dios que procura aliviar sufrimiento. Imitemos
el Señor cuando hagamos obras de misericordia, aliviando el sufrimiento
de los que sufren hambre, sed, tristeza, error, ignorancia etc.
Pero el que más hace nos sufrir es el pecado. El pecador necesita de
misericordia. Es el pecado que quita nuestra paz. Por eso Jesús dio a los
Apóstoles, el poder de perdonar pecados en Su Nombre. El pecado
mortal es el más pesado peso. “Reciban el Espíritu Santo. A los que
perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los
perdonen, les quedarán sin perdonar”.
San Juan Pablo dijo que este regalo de perdonar pecados fluye de las
heridas en las manos, pies y esp. del costado de Jesús Resucitado. De la
una onda de misericordia es derramada sobre toda la humanidad. San
Juan, en una carta dice, “Dios es amor” y Jesús dijo, “Yo Soy
Misericordia”.
Jesús es la encarnación de Misericordia. El secundo nombre del amor es
Misericordia, dijo Juan Pablo.
En esta tribulación que estamos pasando ahora, demostremos mucha
misericordia. Aliviemos los sufrimientos de los otros y seremos
imitadores de nuestro querido Jesús, Divina Misericordia.
¡Den gracias al Señor porque es bueno porque es eterna su misericordia!